Ver la Gracia en la Inteligencia Artificial
Ver la Gracia en la Inteligencia Artificial
Blockchain y el algoritmo de rudimentos éticos
El pintor holandés de principios del siglo XX Theo van Doesburg tiene una obra titulada “Composición VII (Las Tres Gracias)”. La obra consiste en una serie de franjas blancas, rojas, azules y beis dispuestas en distintas posiciones sobre un fondo negro. Por tanto, si uno intenta buscar a las tres Gracias, al estilo del famoso cuadro de Rubens, no encuentra nada. Esto es lo que hace interesante la pintura de Doesburg; y esto es la grandeza del proceso creativo, el cual forma parte de la inteligencia:
Nuestro pensamiento toma como referencia una obra anterior, la reelabora y crea algo diferente.
Así funciona la inteligencia artificial, pero expresado de otro modo y en formato pobre. Existe un algoritmo (el equivalente a mente) que toma como entrada un dato existente (una obra anterior), lo procesa mediante un algoritmo (lo reelabora) y da como resultado un nuevo dato. Lo que para nosotros es creatividad, en la inteligencia artificial se llama retroalimentación. Este proceso ha hecho que recientemente un sistema inteligente de etiquetado de fotos creado en la Universidad de Virginia se volviera sexista. En aquellas fotos en las que aparecía un hombre en una cocina, etiquetaba a la persona con sexo femenino. Algo similar le ocurrió a un sistema de Google que etiquetó a personas de color como gorilas; o es famoso Tay, el robot-charlatán (chatbot) de Microsoft, que acabó escribiendo Twits alabando el buen hacer de Hitler. La inteligencia artificial puede convertirse en una obra que no podamos llegar a reconocer, como las tres gracias de Doesburg, pero sin la iluminación de un espíritu artístico. ¿Cómo podemos evitar esto?
Quizá la tecnología de cadena de bloques (block chain) nos pueda ayudar. Uno de los aspectos que se discuten hoy en día sobre la ética en la inteligencia artificial (IA) es cómo dotar a la misma de un comportamiento ético aceptable. Es decir, cómo dotar a la IA de algún tipo de algoritmo que le lleve a distinguir lo que está bien de lo que está mal. Ésa es la manzana del Jardín del Edén y por ello mi intuición me dice que ese comportamiento no es posible programarlo en un algoritmo (si fuera posible, no existiría la ética, sino una cierta fórmula matemática). No obstante, sí puede ser posible disponer un algoritmo que establezca algunos límites de comportamiento y unas directrices de actuación para los sistemas de IA: llamémoslo algoritmo de rudimentos éticos. La siguiente cuestión sería cómo garantizar que todo sistema de IA dispone de dicho algoritmo en su diseño y que éste no es modificado, o es modificado por consenso. Es aquí donde la cadena de bloques nos puede ayudar. La esencia de la cadena de bloques es la descentralización y la eliminación de intermediarios. Entre sus distintas utilidades, más allá de las transacciones monetarias, se encuentran los llamados contratos inteligentes o la computación distribuida. Un contrato inteligente es una acción que se ejecuta cuando se cumple una condición. La computación distribuida es la ejecución de algoritmos en las máquinas de los llamados mineros, que son los que garantizan la veracidad de una transacción. Ese algoritmo de rudimentos éticos puede estar distribuido en una cadena de bloques, de tal forma que nadie de manera individual pueda modificarlo (descentralización).
Además, todo sistema IA debe conectarse a él mediante contratos inteligentes, en una especie de certificación, de tal forma que se pueda producir una acción (por ejemplo, el apagado del sistema AI), si se produce un resultado no deseable de dicho sistema. En esencia, los posibles riesgos de la inteligencia artificial los tendremos que resolver entre todos y ésa es la naturaleza de la cadena bloques: el trabajo de todos, la conciencia colectiva. Quizás al ver el cuadro de Doesburg no identificamos ninguna de las tres Gracia, pero sí sentimos que estamos ante algo nuevo, sublime. En nuestra mano está que al hablar de inteligencia artificial también tengamos la sensación de estar ante algo sublime, y no sólo ante un conjunto de algoritmos que nos quitan puestos de trabajo.
Esa conciencia colectiva de la cadena de bloques puede ser un primer paso
Publicado en Digital Biz, Homo Digitalis