Metaverso: el nuevo mito de la caverna

Metaverso: el nuevo mito de la caverna

Metaverso: el nuevo mito de la caverna

El metaverso nos promete un mundo maravillo. Pero puede ser una falsa promesa

 

Todos conocemos el mito de la caverna de Platón. Unos hombres encadenados en una caverna solo pueden ver las sombras de una realidad que existe más allá. Hay otra realidad, un mundo más perfecto, más completo, al que no pueden acceder y del que solo son capaces de tener una visión reducida en forma de sombras. El metaverso acabará con esta injusticia.

El metaverso nos promete ese mundo más perfecto y completo. ¿Por qué vivir de forma sombría en un mundo lleno de problemas, cuando existe otro donde puedes hacer y ser lo que quieras? El metaverso va a romper las cadenas que nos mantienen atados a una realidad formada únicamente por sombras. ¡Por fin veremos la luz!

Esto será gracias a la inteligencia artificial (IA). Mark Zuckerberg lo anunció a finales de febrero. El metaverso estará potenciado por la IA para ofrecer, de momento, dos grandes facilidades que harán la vida en ese nuevo mundo mucho más placentera.

Nada nos tiene que hacer suponer que el metaverso será mejor que nuestra realidad

Todo metaversanio de pleno derecho podrá crear cualquier paraíso con solo describirlo en unas líneas de texto. Si escribes “quiero estar en una isla tropical leyendo a Platón” (cada uno puede pedir lo que quiera), la todopoderosa IA generará unos gráficos adecuados que te transportarán al lugar elegido.

¡Genial!, pero ¿en qué idioma se lo digo?, ¿en inglés? ¡No, en tu propio idioma! Esa es la segunda maravilla de la IA en el metaverso. No habrá barreras lingüísticas. La maldición de la torre de Babel se habrá terminado. Podrás escribir en tu idioma y la todo-traductora IA te entenderá. ¿También en bable? No sé, habrá que ver si el señor Zuckerberg lo considera adecuado en su metaverso paradisíaco.

No tan paraíso

El metaverso se nos aparece como un mundo ideal en el que refugiarnos de este mundo miserable. Pero la realidad de esta realidad virtual no es tan maravillosa. En este año 1 del metaverso ya se han detectado comportamientos abusivos contra las mujeres. Se han denunciado casos en los que las usuarias se han visto rodeadas de repente de avatares masculinos que han actuado de forma intimidatoria. O bien comportamientos individuales de acoso verbal y obsceno de metaversianos masculinos hacia sus conciudadanas virtuales. Parece que este metaverso también tiene sombras.

Esto puede ser solo el comienzo. Lo cierto es que todo aquello que hemos visto en las redes sociales es susceptible de ocurrir en el meta-maravillerso. Existe el riesgo de que también se propaguen noticias falsas; de que se fomenten las rivalidades y se propague el discurso del odio; o de que se comercie con toda la información que se genera con la actividad de un avatar, tras el cual hay una persona de carne y hueso. Si además entran en escena las criptomonedas y la posibilidad de disponer de activos mediante NFT, los amigos de la estafa estarán por medio.

Un metaverso como el nuestro

Nada nos tiene que hacer suponer que el metaverso será mejor que nuestra realidad. Nada, mientras no cambiemos nuestra realidad, es decir, mientras no cambiemos nuestra condición humana. Allí donde vayamos llevaremos lo que somos. Toda innovación viene alentada por atractivas promesas, pero no nos engañemos: el metaverso será como nuestro mundo, una mezcla de drama y comedia.

El gran guionista Zuckerberg promete una IA responsable y un metaverso transparente. ¿Habrá que creer en su buena voluntad? Quizás sea mejor disponer de mecanismos de auditoría y control suficientes para este viejo nuevo-mundo. El poder no puede recaer en una sola persona, ni en el mundo real, ni en el virtual. Allá donde construyamos una realidad deberá haber supervisión.

Para desgracia de Zuckerberg, su anuncio de fantasía de la IA se vio ensombrecido por la barbarie en Ucrania. El mundo real eclipsó el mundo virtual. La salvación de la caverna no es crear un supuesto mundo ideal, sino liberarnos de las cadenas que nos atan a nuestra condición.

Publicado en DigitalBiz

 

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