Ver la Gracia en la Inteligencia Artificial

Ver la Gracia en la Inteligencia Artificial

Ver la Gracia en la Inteligencia Artificial

Blockchain y el algoritmo de rudimentos éticos

El pintor holandés de principios del siglo XX Theo van Doesburg tiene una obra titulada “Composición VII (Las Tres Gracias)”. La obra consiste en una serie de franjas blancas, rojas, azules y beis dispuestas en distintas posiciones sobre un fondo negro. Por tanto, si uno intenta buscar a las tres Gracias, al estilo del famoso cuadro de Rubens, no encuentra nada. Esto es lo que hace interesante la pintura de Doesburg; y esto es la grandeza del proceso creativo, el cual forma parte de la inteligencia:

Nuestro pensamiento toma como referencia una obra anterior, la reelabora y crea algo diferente.

Así funciona la inteligencia artificial, pero expresado de otro modo y en formato pobre. Existe un algoritmo (el equivalente a mente) que toma como entrada un dato existente (una obra anterior), lo procesa mediante un algoritmo (lo reelabora) y da como resultado un nuevo dato. Lo que para nosotros es creatividad, en la inteligencia artificial se llama retroalimentación. Este proceso ha hecho que recientemente un sistema inteligente de etiquetado de fotos creado en la Universidad de Virginia se volviera sexista. En aquellas fotos en las que aparecía un hombre en una cocina, etiquetaba a la persona con sexo femenino. Algo similar le ocurrió a un sistema de Google que etiquetó a personas de color como gorilas; o es famoso Tay, el robot-charlatán (chatbot) de Microsoft, que acabó escribiendo Twits alabando el buen hacer de Hitler. La inteligencia artificial puede convertirse en una obra que no podamos llegar a reconocer, como las tres gracias de Doesburg, pero sin la iluminación de un espíritu artístico. ¿Cómo podemos evitar esto?

Quizá la tecnología de cadena de bloques (block chain) nos pueda ayudar. Uno de los aspectos que se discuten hoy en día sobre la ética en la inteligencia artificial (IA) es cómo dotar a la misma de un comportamiento ético aceptable. Es decir, cómo dotar a la IA de algún tipo de algoritmo que le lleve a distinguir lo que está bien de lo que está mal. Ésa es la manzana del Jardín del Edén y por ello mi intuición me dice que ese comportamiento no es posible programarlo en un algoritmo (si fuera posible, no existiría la ética, sino una cierta fórmula matemática). No obstante, sí puede ser posible disponer un algoritmo que establezca algunos límites de comportamiento y unas directrices de actuación para los sistemas de IA: llamémoslo algoritmo de rudimentos éticos. La siguiente cuestión sería cómo garantizar que todo sistema de IA dispone de dicho algoritmo en su diseño y que éste no es modificado, o es modificado por consenso. Es aquí donde la cadena de bloques nos puede ayudar. La esencia de la cadena de bloques es la descentralización y la eliminación de intermediarios. Entre sus distintas utilidades, más allá de las transacciones monetarias, se encuentran los llamados contratos inteligentes o la computación distribuida. Un contrato inteligente es una acción que se ejecuta cuando se cumple una condición. La computación distribuida es la ejecución de algoritmos en las máquinas de los llamados mineros, que son los que garantizan la veracidad de una transacción. Ese algoritmo de rudimentos éticos puede estar distribuido en una cadena de bloques, de tal forma que nadie de manera individual pueda modificarlo (descentralización).

Además, todo sistema IA debe conectarse a él mediante contratos inteligentes, en una especie de certificación, de tal forma que se pueda producir una acción (por ejemplo, el apagado del sistema AI), si se produce un resultado no deseable de dicho sistema. En esencia, los posibles riesgos de la inteligencia artificial los tendremos que resolver entre todos y ésa es la naturaleza de la cadena bloques: el trabajo de todos, la conciencia colectiva. Quizás al ver el cuadro de Doesburg no identificamos ninguna de las tres Gracia, pero sí sentimos que estamos ante algo nuevo, sublime. En nuestra mano está que al hablar de inteligencia artificial también tengamos la sensación de estar ante algo sublime, y no sólo ante un conjunto de algoritmos que nos quitan puestos de trabajo.

Esa conciencia colectiva de la cadena de bloques puede ser un primer paso

Publicado en Digital Biz, Homo Digitalis

Aires de mala gestión que dispersan la nube

Aires de mala gestión que dispersan la nube

Aires de mala gestión que dispersan la nube

Decía Ovidio que “veo lo que es bueno y lo apruebo, pero hago lo peor” y así parece que ocurre cuando migramos servicios a la nube. Y no por ir a la nube, sino por la forma en la que vamos. La tecnología es siempre el menor de los problemas; eso lo sabemos. Como también sabemos que en todo cambio tecnológico lo relevante son los aspectos de gestión; lo sabemos, lo aprobamos, pero no lo terminamos de hacer.

Según un informe sobre el mercado del Cloud Computing en España elaborado por Quint, actualmente la satisfacción con los servicios en la nube es aceptable. No obstante, existe una cierta desilusión al no haber alcanzado los ahorros que se habían previsto. En muchos casos, la nube no ha resultado tan barata como vaticinaban los casos de negocio. La razón de este desacuerdo, entre lo esperado y lo real en la cuestión económica, se encuentra en la gestión, y en particular, en el paso a un modelo de pago por uso.

Resulta una cuestión muy evidente a la par que problemática: en el pago por uso, pagas por lo que usas; luego si usas mucho, pagas mucho. Financieramente no hay problema si ese pago elevado proviene de una actividad de negocio elevada: por ejemplo, a más clientes, más consumo de almacenamiento y, por lo tanto, más pago por unidad de memoria. Hay más coste, pero relacionado con más ingresos.

En la migración al Cloud no se obtienen los ahorros esperados

El desasosiego económico proviene cuando ese pago elevado proviene, por ejemplo, de los buzones de correo electrónico, que doblan o triplican al número de empleados, significando un coste no ligado necesariamente a ingresos. Es el resultado de una gestión en la que todo se resuelve abriendo un nuevo buzón de correo, porque “es gratis”. Pero al pasar a un modelo de pago por buzón (pago por uso), cada buzón ya no es tan gratis.

Al migrar a la nube los problemas tecnológicos se resuelven. Pero si no cambiamos la forma de gestionar, los beneficios esperados de la nube se dispersan por los aires de la mala gestión. Esta situación no empaña, sin embargo, las buenas perspectivas de crecimiento de los servicios Cloud, que presentan un crecimiento del 60% para las grandes empresas, y actualmente en las empresas más pequeñas ya significa el 30% de su presupuesto de TI.

Además, se ve claramente que el Cloud es una pieza fundamental para los nuevos negocios digitales. Con los servicios Cloud podemos decir que finalmente la tecnología ya está en el negocio. Vemos cómo cada vez de manera más intensa es el propio negocio el que toma decisiones directas sobre soluciones Cloud y contrata directamente dichas soluciones. El Cloud es el paso necesario para el desarrollo de la nueva transformación digital en aspectos como el IoT, Big Data, Blockchain o Inteligencia Artificial. Pero para obtener resultados de dicha transformación, no olvidemos, una vez más, que debemos atender al cambio del modelo de gestión. Esto, que lo sabemos y aprobamos, hagámoslo la próxima vez.

El Cloud es una pieza fundamental para los nuevos negocios digitales

Ovidio cuenta en “Las Metamorfosis” que Faetón le pidió a su padre, el dios Helios, gobernar por un día el carro del sol a través de los cielos. Al parecer no lo hizo con gran pericia, y por ello desde entonces en las regiones septentrionales hace mucho frío (alejó el carro del sol de la tierra) y en la franja central de África hay desiertos (se acercó mucho). Ante tal desatino tuvo que intervenir Zeus, quien golpeó el carro desbocado con un rayo, haciendo que Faetón cayera al río Erídano donde se ahogó. Sus hermanas, las helíades, quedaron tan apenadas que se transformaron en álamos.

Ovidio no dice, entonces, que una tecnología (el carro del sol por entre las nubes) hay que saber cómo gobernarla (dirigir y controlar el carro del sol), más que conocer sus características técnicas (cómo funciona el sol). La próxima vez que paseemos por una vereda tranquila ribeteada de álamos, podemos pensar que el reto en los servicios Cloud está en su nuevo modelo de gestión.

Publicado en Computer World Red de Conocimiento

 

IA: Intencionalidad Artificial

IA: Intencionalidad Artificial

IA: Intencionalidad Artificial

La Plaza del Campidoglio se halla en lo alto de una de las siete colinas de Roma, la Colina Capitolina. Durante la Edad Media esta plaza fue el centro político y civil, que se alzaba como continuación del Foro Romano. Con el tiempo fue perdiendo relevancia y acabó convertida en lugar de pasto para las cabras. En 1537 el papa Pablo III encargó a Miguel Ángel la remodelación de la plaza, ante su estado arrumbado y por ser el escenario previsto para el desfile triunfal de bienvenida al emperador Carlos V. Miguel Ángel, con su genio nato, creó una obra maestra de la arquitectura, no sólo por ordenar geométricamente un espacio asilvestrado, sino por su visión innovadora.

La notoria innovación de Miguel Ángel fue abrir la nueva plaza hacia la Basílica de San Pedro del Vaticano, en construcción por entonces, al ser el renovado centro de poder de toda Europa y dar la espalda al Foro Romano, antiguo poder civil. Aquello supuso un cambio manifiesto, cargado de intención, y con un mensaje claro en apoyo hacia el poder papal. Hoy puede que no nos demos cuenta, pero en aquel momento fue reconocido por todos, pues la única vista desde la plaza eran los dominios papales. Todo, hasta una plaza, es susceptible de ser el vehículo de ideas o valores de las personas.

Podemos pensar que afortunadamente hoy no ocurre tal, pues vivimos en un mundo rodeado de tecnología. Un espacio libre de ideas, ajeno a pasiones, que tan solo nos ofrece información de forma neutral para que nosotros podamos tomar decisiones sin injerencias de terceros. Falso.

Podemos pensar que la tecnología es un espacio libre de ideas, ajeno a pasiones, que tan solo nos ofrece información de forma neutral para que nosotros podamos tomar decisiones sin injerencias de terceros. Falso.

Pensamos que la tecnología no tiene valores. Que está ahí. Decimos que esto o aquello “aparece en Internet”, como si eso fuera garante de libertad o, lo que es peor, aval de la verdad. O bien utilizamos frases tales como “el sistema dice…” o “la aplicación recomienda”, en una forma irreflexiva e irresponsable de zanjar una cuestión al subyugar nuestra voluntad a un ente tecnológico supuestamente ecuánime, libre y justo.

Pero la información que recibimos de la tecnología no está libre de intención. Cuando un “sistema dice” algo, en realidad significa que un algoritmo (conjunto de operaciones matemáticas) ha ejecutado una serie de operaciones totalmente definidas por una persona. Luego en lugar de “el sistema dice”, más bien debiéramos pensar “alguien dice”; o “alguien ha decidido”, pues en realidad no sabemos quién es el que decide.

Esta situación la podemos ver claramente en los mensajes de error que aparecen en las aplicaciones. Hace unos años cuando una aplicación fallaba aparecía la frase “error del sistema”, como si “el sistema” se hubiera equivocado. Hoy sin embargo es más común leer algo similar a “Ups, hemos debido hacer algo mal” ante un funcionamiento erróneo de una aplicación. Esto es un avance en el reconocimiento propio de la responsabilidad de los diseñadores, pero quizá no suficiente.

La falsa sensación de autonomía de la tecnología puede tener una repercusión más importante si hablamos de inteligencia artificial o robótica. La inteligencia artificial y los robots no están libres de la intencionalidad humana.

La falsa sensación de autonomía de la tecnología es más peligrosa en la inteligencia artificial y la robótica. La inteligencia artificial y los robots no están libres de la intencionalidad humana

En el caso de la inteligencia artificial se une un elemento más en favor de la incorporación de valores a la tecnología: la aplicación (el algoritmo) “aprende”. La inteligencia artificial se sustenta en algoritmos que son capaces de modificar sus operaciones, y por tanto sus resultados, en base a los sucesivos datos de entrada. Y estos datos dependen de nuestras intenciones.

El caso más simple lo podemos ver en las noticias que nos aparecen en las páginas de redes sociales: estas noticias dependen de las noticias que hemos visto previamente. O bien los resultados de búsqueda que nos aparecen en Google dependen de los resultados que hemos pinchado en búsquedas anteriores. Parece que dichas aplicaciones “aprenden” de tu comportamiento y “toman decisiones” en tu favor, pero tan sólo ejecutan un algoritmo variable que alguien ha programado. Alguien que, probablemente, no sepamos quién es.

Esta percepción se complica cuando hablamos de inteligencia artificial algo más sofisticada o si pensamos en robots. Según los fabricantes del famoso robot Pepper, éste es capaz de interpretar tus emociones y quiere hacerte feliz. La primera cuestión puede ser cierta, en el sentido de que tomando como entrada tus rasgos faciales, por ejemplo, tu boca arqueada hacia arriba, pueda dar como resultado una salida una frase como “te veo feliz”; la segunda afirmación no es cierta: un robot no “quiere” nada, tan solo actúa según ha sido programado. Más bien, alguien (el diseñador del robot) quiere algo sobre ti. Alguien que, probablemente, no sepamos quién es.

Detrás de una respuesta compleja de un robot, tan solo hay un algoritmo complejo y alguien que ha diseñado tal algoritmo

De manera similar ocurre con Jibo, un robot, esta vez no humanoide como Pepper, sino un pequeño dispositivo de sobremesa con una especie de ojo único y capaz de contonearse; con pocos elementos muestra un reducido pero eficaz conjunto de emociones. Se dice que es un nuevo tipo de robot, y que nunca deja de aprender. Esto último es cierto, pero sólo modifica sus respuestas según se le ha programado que debe hacer.

En ambos casos, los dos robots actúan según sus creadores, es decir, según sus programadores, o las organizaciones tras dichos programadores. Debemos tener presente que, a pesar de sus respuestas complejas, no tienen independencia, sino que siguen la intencionalidad de sus creadores. Detrás de una respuesta compleja sólo hay un algoritmo complejo. Pepper no sonríe, sino que alguien ha decidido que cuando tú sonríes, el robot haga unos determinados movimientos. Estos ejemplos no ofrecen peligro aparente, pues están diseñados para ser amables, pero en algún momento esto puede que no sea así.

La Plaza del Campidoglio la hizo Miguel Ángel y ofrece una intencionalidad de su verdadero dueño, el Papa Pablo III. Parece imposible, pues sólo hablamos de una plaza, alejada de toda connotación política o social. Lo mismo ocurre con la inteligencia artificial, aparentemente libre de toda intencionalidad. Pero no es así. Cualquier hecho creado por el ser humano, está condicionado por el ser humano, como la plaza de Campidoglio, como los robots. Nada nuestro está libre de intención. En el caso de la inteligencia artificial el riesgo radica en que desconocemos la intención del diseñador y al mismo diseñador.

Pero la obra de Miguel Ángel tiene una diferencia con la inteligencia artificial. No pensemos que Miguel Ángel fue como un robot en manos del Papa. Primero porque Miguel Ángel pudo decir que no al Papa, y aun diciendo que sí, se diferencia en que creó algo nuevo. ¿Puede un robot crear?

 

Renacimiento Digital

Renacimiento Digital

Renacimiento Digital

Si queremos ver un “selfie” de Rafael, el famoso pintor renacentista, podemos ir a los actuales Museos Vaticanos, y deleitarnos con la pintura al fresco “La Escuela de Atenas”. En la esquina derecha asoma una cabeza, rodeada de famosos filósofos, con la cara del pintor; lo asombroso es que no aparece con los labios en morritos, ni con los dedos en “v”, y en la escena todos aparecen con caras serenas, no histriónicas. Será por ello que se dice que es un autorretrato, en lugar de un “selfie”, y un cuadro, en lugar de un Instragam.

Rafael pintó “La Escuela de Atenas” entre 1510 y 1511 con el propósito de representar a los filósofos, matemáticos y científicos clásicos más relevantes. Es una imagen representativa del Renacimiento, pues la escena se centra en el hombre y en el pensamiento. En particular, en un modelo inspirador de ser humano y un tipo específico de pensamiento. ¿Qué ser humano y ejemplo de pensamiento vemos hoy en día en las fotos de Instagram?

Escuela de Atenas RafaelFragmento de La Escuela de Atenas (Rafael, 1510-1511). Museos Vaticanos.

HOY EL SER HUMANO NO OCUPA EL CENTRO

Hoy hablamos de la importancia del hombre, de la persona o del ser humano. Sin embargo cuando hablamos de internet o de las nuevas tecnologías sólo aparece la palabra cliente o usuario. Hablar del cliente es pensar en los ingresos que obtendremos por el pago de unos servicios. Hablar del usuario es pensar en los ingresos que obtendremos por sus datos de actividad.

El Renacimiento supuso una verdadera revolución cultural porque puso al hombre en el centro. Por ello verdaderamente transformó el mundo y le hizo crecer y salir de los esquemas mentales de la época medieval. En la Transformación Digital no vivimos en un mundo de personas; vivimos en un mundo de clientes y usuarios. Si queremos que la transformación digital sea una verdadera transformación de la sociedad, como lo fue el Renacimiento, debemos pasar de la visión de clientes y usuarios a verdaderamente pensar en las personas.

El Renacimiento supuso una verdadera revolución cultural
porque puso al hombre en el centro.

Tenemos la vana ilusión de creer que el hombre está en el centro de la Transformación Digital porque diseñamos dispositivos para aumentar nuestras capacidades (realidad aumentada, wereables); o porque buscamos cómo dar a las máquinas capacidades humanas. No obstante hacer que una máquina muestre emociones humanas es más que conseguir que simule tristeza arqueando la boca hacia abajo y abatiendo la cabeza. Todavía están lejos de crear y entender todo lo que transmite el famoso cuadro de Munch, “El grito”.

el_grito_munch El grito (Munch, 1893). Galería Nacional de Oslo.

 ¿DÓNDE ESTÁ LA VISIÓN DE CONVERTIR AL SER HUMANO EN HUMANO?

Si queremos hablar de una verdadera transformación digital, de un hecho digital que nos transforme, deberíamos pensar en aquella transformación que verdaderamente ponga al ser humano en el centro, como ocurrió en el Renacimiento.
Aquella transformación que haga al ser humano más humano, esto es: más amable, más alegre y más creativo.

Más amables, en el sentido propio de la palabra de poder y querer ser amados por otros. Más alegres, como el placer de existir más y mejor. Como una expansión de nuestra capacidad de hacer. La felicidad colma un deseo y sólo dura el clic de un ratón; la alegría ensancha el alma y es más permanente. Más artistas, para crear con la marca de una personalidad y un talento, transmitiendo conocimiento y verdad.

Si una aplicación de móvil, una red social, un weareable, o un robot no nos hace más amables, más alegres o más artistas, tan solo estamos pasando el tiempo. Y de pasar el tiempo a perderlo sólo hay un paso.

DE LA TECNOLOGÍA VIRTUAL A LA VIRTUD EN LA TECNOLOGÍA.

Todo está en la naturaleza humana. Por ello nuestra verdadera revolución digital debe ser cómo la tecnología nos puede ayudar a sacar lo mejor de nuestra naturaleza humana. Debemos tener la exigencia de buscar la virtud en la tecnología. Reflexionar sobre esa imagen exigente de lo que queremos ser (no tanto de lo que queremos tener) y ver cómo la tecnología nos ayuda a conseguirlo.

Nuestra verdadera revolución digital debe ser cómo la tecnología
nos puede ayudar a sacar lo mejor de nuestra naturaleza humana

Para ello apelo al verdadero usuario 2.0. A ese usuario de cierta rebeldía, que aporta, difunde, comparte y colabora para crear una red de conocimiento y experiencias; que selecciona activamente sus contenidos; opina directamente y en directo; no se deja llevar por la publicidad, sino por la experiencia de otras personas. Si de verdad anida en él una rebeldía y es un hombre y mujer de acción, apelo a que deje ser simple cliente o usuario y se convierta en una especie de humano tecnoconsciente; a que demande ese tipo de tecnología que nos hace más humanos: más amables, más alegres, más creativos.

Quizá esta exigencia obligue a cambiar los actuales modelos de negocio de la Transformación Digital. Sabemos que las aplicaciones son en su mayoría gratis, pero quizá no pensemos en el precio que pagamos por ellas: ser cada vez menos humanos.

Dalí pintó “Muchacha en la ventana”, donde una joven no solo ve a través de una ventana, sino que mira esa realidad que quiere alcanzar. Cuando abramos una ventana en nuestra tableta propongo que miremos con la exigencia de aspirar a un Renacimiento Digital.

 

Razonablemente soñando en ti

Razonablemente soñando en ti

Razonablemente soñando en ti

DESCUBIR

Habitación de Lujo en The Willow Tearooms (Mackintosh y Margaret Macdonald)

Yo siempre he pensado que el diseño consistía en convertir en bello e inútil algo que era feo y perfectamente útil. Charles Mackintosh, famoso arquitecto y diseñador modernista de principios de siglo XX, diseñó unas sillas, de cuya belleza no dudo, pero sí de su comodidad. Son estrechas y con un largo respaldo completamente recto. Fueron diseñadas para encajar con la estética alargada de los ventanales de la sala en la que se ubican. Todo ello crea un entorno armonioso de líneas rectas y verticales que ofrece tranquilidad a la vista; pero no parece que uno desee pasarse horas y horas sentado en ellas.

Rueda de bicicleta (copia) (Duchamp, 1913)

Otro gran artista, Marcel Duchamp representó la idea de forma genial con su obra “Rueda de bicicleta”. Sobre un taburete montó una rueda de bicicleta. Con ello conseguía un objeto totalmente inútil: no te podías sentar en el taburete, ni podías usar la rueda para desplazarte. Esto no es diseño, es arte (aunque pueda parecer increíble); pero para mí representa el límite al que puede llegar el diseño mal entendido.

¿Por qué no me gusta el diseño? Porque puede llevar a pensar en cosas inútiles.
¿Por qué puede llevar a pensar en cosas inútiles? Porque puede crear objetos más bien orientados a la belleza.
¿Por qué puede crear objetos más orientados a la belleza que a la utilidad? Porque deja volar la imaginación.
¿Por qué deja volar la imaginación? Porque no tiene límites.
¿Por qué no tiene límites? Porque sueña, cuando juega con el arte.

DEFINIR

Visto así, esto del Design Thinking no parece cosa seria. Resulta arriesgado dejar la solución de los grandes problemas en algo que sueña. Podemos pensar en un Director de una gran organización que desea utilizar los principios de Design Thinking para el diseño de un nuevo servicio basado, por ejemplo, en transformación digital.

¿Qué dice y qué piensa? Me enfrento a algo totalmente desconocido. Desconozco la transformación digital. Mi Director de Tecnología no sabe explicarme bien el negocio que hay detrás de las propuestas tecnológicas que me presenta. Sólo veo riesgo e incertidumbre. Me hablan de Design Thinking como herramienta que permite desarrollar soluciones de negocio de manera exitosa. He visto poco y no quiero tener a mi gente pegando posits por las paredes, con todo lo que tenemos por hacer.
¿Qué hace y qué siente? Estoy inseguro. Lo mejor sería no hacer nada. El negocio marcha bien tal y como está. Siempre lo hemos hecho así y así es como se debe hacer y así es como sé hacerlo.
¿Qué ve y qué oye? Sin embargo veo crecer nuevos negocios, más pequeños que el mío, que me están quitando cuota de mercado. Crecen rápidamente sustentados por internet o aplicaciones móviles y mi facturación disminuye. Hay casos de éxito de nuevas soluciones basadas en Design Thinking. Aquellos que lo utilizan, aciertan con la solución: saben entender el pensamiento de sus clientes y crean soluciones atractivas.
¡Voy a usar las herramientas de eso del Design Thinking!

Visto así, esto del Design Thinking no parece cosa seria. Resulta arriesgado dejar la solución de los problemas en algo que sueña

DESARROLLAR

¿What if diseño un vestido para mi mujer que vaya a juego con la decoración de nuestra casa?

Vestido acorde a la decoración (Henry Van de Velde)

Eso es lo que pensó e hizo el arquitecto belga y diseñador de interiores Henry van de Velde, también de principios del siglo XX. Además de diseñar la decoración de su casa, diseñó unos vestidos de corte largo con los mismos motivos geométricos que aquellos que adornaban muebles y paredes de sus habitaciones. Nada se sabe de los pensamientos de la mujer de Van de Velde. Pero no sería aventurado creer que ella pensara que eso era un completo disparate.

Es el diseño llevado a su límite que no tiene. Ése es el problema de dejar volar la imaginación. De poner la solución de los problemas en un método que de alguna forma sueña. Ése es el riesgo de Design Thinking si no sabemos utilízalo. De igual forma que el diseño acaba en inútil si sólo se mueve en la esfera del arte y abandona la funcionalidad.

Design Thinking se mueve dentro de lo que se llama el doble diamante que de manera gráfica (como estamos haciendo con el texto de este artículo) muestra el pensamiento divergente y convergente. Design Thinking busca un equilibrio entre la creatividad y la razón. El pensamiento divergente (fases Descubrir y Desarrollar) es la parte creativa. Para ello, por ejemplo la herramienta “What if”, que hemos usado en este apartado, ayuda a dejar volar la imaginación. Pero debemos encontrar un equilibrio. De lo contrario podemos llegar a desatinos, a soluciones que no resuelven problemas.

ENTREGAR

El diseño es el equilibrio perfecto entre estética y funcionalidad. Dicho de una forma más poética: enlaza emoción con razón. Es por ello que los procesos de diseño parecen útiles para la resolución de problemas, donde se debe encontrar el equilibrio perfecto entre el instinto y el análisis de datos. Así nace Design Thinking. La unión de creatividad y razón es adecuada porque nuestra percepción y entendimiento de la realidad es una mezcla indisoluble de instinto y lógica.

El diseño es el equilibrio perfecto entre estética y funcionalidad. Dicho de una forma más poética: enlaza emoción con razón

Para conseguir tal unión, Desgin Thinking dispone de una serie de herramientas, tres de las cuales las hemos usado en este artículo: 5 porqués, mapa de empatía, what if. Existen otras, algunas de ellas bien conocidas, como el DAFO, Canvas, análisis 360º o tormenta de ideas.

Utilizando herramientas de Design Thinking hemos destacado el reto de la parte creativa (fases divergentes), que es la que nos conecta con lo ilimitado: puede llevar a soluciones absurdas (diseñar vestidos según la decoración de la casa) difíciles de convertir en solución de negocio. Puede causar rechazo (“no quiero a mi gente pegando posits”).

Si sólo usamos las herramientas de Design Thinking sin pensar en su esencia, no hacemos Design Thinking. Podemos usar un DAFO y no hacer Design Thinking. Por ejemplo, si pretendemos justificar con datos rigurosos toda afirmación del DAFO. Para usar correctamente Design Thinking debemos buscar ese equilibrio perfecto entre intuición y razón.

Design Thinking encuentra dicho equilibrio, sabiendo que diseña con y para las personas. Creando equipos multidisciplinares y pensando siempre en el usuario (¡pobre mujer de Van de Velde!).

Por ello, para terminar este artículo según Design Thinking, que empezaba erróneamente con la palabra “yo”, debe concluir razonablemente soñando en “ti ”.

Publicado en Leaners Magazine nº 8, Design Acting, pp.24-25

 

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