Apasionante formación apasionada

Apasionante formación apasionada

Apasionante formación apasionada

Durante la última Guerra Civil española un humilde maestro de escuela se quedó aislado en un remoto pueblo de Ávila. No tenía libros de texto para sus alumnos. Tan sólo un ejemplar del Quijote. Aquel fue su libro de texto. Las aventuras del ingenioso hidalgo fueron el ingenio de aquel maestro para enseñar lengua, literatura, historia y geografía durante aquellos años de odio. Acabó por saberse el Quijote de memoria. Con escasos medios consiguió que aquellos muchachos de distintas edades fueran conscientes de la vida y construyeran su propio camino del miedo a la libertad, que es la formación.

Hoy la formación se nos aparece distinta y garantizada por una tecnología que la hace viable. Hoy parece imposible no aprender.

Ahora es distinto

Este maestro de escuela rural vivió en un tiempo equivocado. Fue un hombre de espíritu creador, sin medios a su alcance. Si hubiera tenido acceso a las posibilidades tecnológicas de hoy en día, su capacidad docente habría sido inmensa y sería digno de ser escuchado en cualquier evento de TED.

Nunca antes se ha enseñado como se puede enseñar hoy. La formación parece haber llegado a su máxima expresión de esplendor. Los alumnos van contentos a clase, deseosos de aprender. Así lo muestran las fotos que nos hablan de TeamLabs, versión española del revolucionario método Finlandés puesto en práctica en la Tiimiakatemia.

Es una nueva formación que tiene en su esencia la clave del éxito. El profesor ya no es la fuente de sabiduría que mana conocimiento y que sus dispuestos alumnos recogen en el envase de su cabeza. La nueva formación es nueva porque se crea un espacio de aprendizaje mutuo y con expertos. El profesor es sólo un experto, que cuenta su experiencia y aprende junto al resto de los alumnos.

Este maestro es de verdad un maestro, pues su experiencia es ejemplo atemporal de cómo la buena formación siempre ha existido. No es cuestión de los medios tecnológicos a su alcance. Hoy su proeza sería digna de ser cantada en TED a un público ya entregado antes de empezar.

Durante siglos y siglos se ha enseña bien y mal. En principio hoy en día no estamos mejor o peor que ayer en tema de enseñanza. Siempre han existido alumnos animados y desanimados. Existen nuevos modelos, como la Tiimiakatemia, o su versión española llamada TeamLabs, que parecen novedosos. Pero su esencia es la misma que hace siglos.

La esencia de la buena enseñanza es eterna pues nace del espíritu de aquel que siente la necesidad de emocionar enseñando. Todo buen docente sabe que enseña aprendiendo. El famoso profesor Frank McCourt así lo dice: «Nunca soy capaz de decir que enseño, teniendo en cuenta sobre todo que yo mismo siempre estoy aprendiendo”. Enseñaba en Nueva York en la década de los años 60, no en ninguna Tiimiakatemia del siglo XXI.

La esencia de la buena enseñanza es eterna pues nace del espíritu de aquel que siente la necesidad de emocionar enseñando

De esta forma el aula se convierte una suerte de laboratorio de aprendizaje. Experimentar para aprender. Aprender en base a proyectos. Nunca se termina. Es de nuevo la visión de continua versión beta que tanto inspira a nuestra sociedad 2.0. Lo podemos ver en los vídeos de Tiimiakatemia. Jóvenes concentrados frente a una pantalla de ordenador, o abriendo con cuidado un teléfono móvil para introducir una especie de circuito desconocido.

Cada alumno aprende a su manera, siguiendo su camino. Atrás quedan los temarios rígidos con capítulos secuenciales, pasando por temas que apenas interesan. El alumno aprende lo que te interesa. Crea su propia vía educativa pues sus aspiraciones de aprendizaje son únicas. Sólo requiere de un buen mentor que le guíe.

Se aprende porque distintas personas interesadas en lo mismo se unen. Se crea una red global de aprendizaje. En los Hackathons todos van hacia un objetivo común por distintos caminos. En una sala amplia, organizada en grupos desordenados, se trabaja por resolver un problema. Es la formación en base a la competición. Es aprender haciendo.

Este mismo profesor aplicaba la experimentación en sus clases de creatividad literaria. Quizá no se puedan considerar proyectos. También los alumnos eran más jóvenes y asistían a clases de secundaria. Con seguridad, McCourt no sabía nada de visón beta, ni de la sociedad 2.0.

Pero aplicaba principios similares. Pedía a sus alumnos que escribieran una receta de cocina desde una perspectiva literaria, con recursos propios de una novela. Creatividad sin 2.0. Eisntein aprendió sus profundos conocimientos de física porque quedó fascinado e intrigado por el comportamiento de los imanes. A partir de ahí siguió sus estudios de física, pero orientó su conocimiento a su interés personal. No es cuestión del camino.

Quien sabe dónde va, construye su camino. Las redes de conocimiento siempre han existido. Los Hackathons no son más que maratones para la solución de un problema. Llaman la atención porque estamos absurdamente fascinados por jóvenes promesas que visten zapatillas en Consejos de Dirección y pensamos que sentarse de forma desordenada en una sala es innovación. Pero su contenido no es muy distinto a aprender haciendo.

Estamos absurdamente fascinados por jóvenes promesas que visten zapatillas en Consejos de Dirección y pensamos que innovación es sentarse de forma desordenada en una sala 

Ahora es posible

En nuestro campo de la formación irrumpen los MOOC (Massive Open Online Course). Udacity, Coursera, edX, o MiríadaX en el ámbito español, son plataformas de éxito que ofrecen este tipo de formación avalados por distintas universidades. Una nueva forma de entender la formación se hace visible.

Una vez más la tecnología viene en nuestro auxilio. La tecnología hace real todo aquello que podamos imaginar como posible y es la solución a nuestros problemas. La nueva formación sólo es posible gracias a la tecnología.

Todo lo que hemos visto que define el nuevo espacio innovador educativo: profesor como tutor, aula como laboratorio, caminos propios, redes de aprendizaje; todo ello sólo es posible en virtud la nueva tecnología. Con los MOOC la formación es accesible de forma masiva y puede emplear distintos soportes comunicativos. Un curso puede ser seguido por miles de personas, las cuales no acceden sólo a un cierto material didáctico, sino a varios soportes formativos y a foros de discusión entre ellos y con los tutores. Estamos delante de un laboratorio sin fin y de una red de aprendizaje de dimensiones no vistas hasta ahora. Los límites del aula se expanden; la formación se hace universal y accesible a cualquiera desde cualquier punto. La tecnología innovadora es la garantía del éxito de la formación innovadora.

Gandhi tenía su propia versión sobre los siete pecados capitales: riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, conocimiento sin carácter, comercio sin moral, ciencia sin humanidad, culto sin sacrificio y política sin principios. Aquí nos interesa al menos uno de tales pecados: conocimiento sin carácter. De nada sirve la tecnología si nada hay detrás de ella. La tecnología no es la solución a nuestros problemas. Sino que nosotros mismos somos la solución a nuestros problemas.

Los MOOC no difieren mucho de la tradicional formación a distancia. Basta con dar un nuevo nombre a lo existente para pensar que estamos ante algo nuevo. Tal es nuestra ansia de novedad. Los MOOC son los tradicionales cursos online (la OC final de la palabra), a los que se añade su carácter masivo (M de Massive) y una cuestión de licencia (O de Open). Los MOOC no dicen nada acerca de la eficacia en la formación. Porque no pueden. No pueden hablar de éxito en el aprendizaje. Porque la tecnología es sólo herramienta y la herramienta nunca es por si sola garantía del éxito.

La tecnología no es la solución a nuestros problemas. Sino que nosotros mismos somos la solución a nuestros problemas

Formación apassionata

El MIT Media Lab dispone de la plataforma Learning Creative Learning (LCL). LCL es una comunidad de profesores, diseñadores, padres y pensadores que en un entorno abierto (bajo licencia Creative Commons Attribution 4.0) ofrecen proyectos y experiencias para una nueva formación. Se fundamenta en la base de que se aprende mejor cuando se trabaja en proyectos (el aula como laboratorio). Los proyectos suponen generar ideas, construir prototipos, hacer mejoras y generar un producto final.

LCL del MIT Media Lab es un ejemplo real de todo lo que hemos visto. Una vez más nos encontramos con grupos de aprendizaje donde la figura del profesor se ve sustituida por el tutor. Esta vez, el tutor de un proyecto. Los proyectos son la vía alternativa para un aprendizaje que transcurre por caminos individuales. No existe la idea de temario común, igual para todos, sino el aprendizaje en base a la experiencia a través de proyectos. Es el aula convertida en laboratorio.

LCL se condensa en lo que llaman las 4P: Projects, Peers, Play y

La sonata para piano nº 23 en fa menor Opus 57 de Beethoven lleva el nombre de «Apassionata» (apasionada). Tal nombre lo puso el editor, queriendo significar que debía ser ejecutada con total pasión. Esto enfadó mucho a Beethoven, pues pensaba que todas sus obras debían ser ejecutadas de forma apasionada.

Lo mismo sucede con la formación. No es cuestión de la tecnología, los MOOC, o los nuevos métodos, si no hay un espíritu propio que la anime. Es el conocimiento sin carácter que decía Gandhi. Falta lo esencial en toda formación. Nuestro solitario maestro de Ávila tuvo éxito porque enseñó utilizando la única herramienta infalible del profesor:

PASIÓN

Publicado en Leaners Magazine nº 6, Reshaping Education, pp. 24-26

La cultura y las corrientes ocultas

La cultura y las corrientes ocultas

La cultura y las corrientes ocultas

En 1895 Fridtjof Nansen se dio cuenta que era imposible cumplir su objetivo de navegar sin gobierno, al albur de la naturaleza. Nansen fue un explorador noruego, famoso, entre otras hazañas, por intentar llegar al Polo Norte dejándose llevar por las corrientes submarinas que fluyen bajo la banquisa ártica. Para ello, en 1893 partió con rumbo norte a bordo de su barco Fram y a una latitud determinada se dejó atrapar por los hielos del círculo polar ártico. Nansen sabía de las corrientes marinas que fluyen de este a oeste y su idea era que éstas le llevaran hacia el desconocido Polo Norte. El resultado fue decepcionante: el barco apenas avanzaba o lo hacía de un modo errático y nunca terminaba de llegar a su objetivo. El 8 de abril de 1895 alcanzó la posición más septentrional jamás alcanzada hasta entonces, a ‘solo’ 364 km. del Polo Norte. Viendo el poco gobierno de su nave, tuvo que tomar su decisión más arriesgada: decidió abandonar el barco con su tripulación y continuar a pie, junto con un compañero, con trineos tirados por perros.

El avance por tracción canina tampoco fue muy meritorio, pues la distancia que recorrían se veía alterada y disminuida por el movimiento de la banquisa, a tenor de las corrientes submarinas. Abandonaron toda esperanza de alcanzar el Polo Norte y decidieron volver. La vuelta fue tan azarosa como la ida, digna de un aventurero como Nansen, pero me temo que no toca narrarla en este espacio. Tan sólo indicaremos, para sosiego del lector, que Nansen consiguió volver a su Noruega natal hacia agosto de 1896.

Nansen se propuso un objetivo y para ello estableció como gobierno el dejarse llevar por las corrientes ocultas y submarinas de la banquisa ártica. Corrientes que no se ‘ven’ pero que se ‘sienten’, pues es claramente observable cómo un barco avanza en una dirección u otra. La cultura de una organización es similar: no se sabe de nadie que haya ‘visto’ una cultura, en su aspecto conceptual, pero todos somos conscientes de sus manifestaciones.

Hablamos de la cultura de una organización. Y entendemos como tal el conjunto de valores y creencias que derivan en formas, modelos o patrones a través de los cuales se establece el comportamiento de las personas en dicha organización. Dicho de modo claro: la cultura nos ‘dice’ cómo debemos comportarnos en una sociedad u organización; por ejemplo, la cultura occidental nos dice que al conocer a una persona hay que darle la mano.

Lo relevante de la cultura es que ésta siempre existe, aunque no hagamos nada por que exista.

Lo relevante de la cultura es que ésta siempre existe, aunque no hagamos nada por que exista. Y lo dramático es que, existiendo, no la vemos directamente, como no vemos las corrientes submarinas, pero sí vemos sus manifestaciones y sus resultados: que no llegamos al Polo Norte. Y en este punto crucial radica la clave de muchos fracasos en el ámbito del gobierno de las organizaciones, ya sea gobierno corporativo o gobierno de las Tecnologías de la Información (TI).

El buen gobernante no sólo debe saber de la existencia de una cultura o culturas en su organización, sino que debe trabajar activamente para crear y asegurar una determinada cultura en su organización. Nansen sabía de las corrientes ocultas bajo la banquisa ártica, sabía que existía una ‘cultura’, pero se dejó llevar por tal ‘cultura’, no ejerció una actividad de gobierno; o bien, como dijimos, su decisión de gobierno fue ponerse en manos de tales corrientes ocultas. Fracasó.

El buen gobernante debe trabajar activamente para crear y asegurar una determinada cultura en su organización

Desde el gobierno se deben establecer los mecanismos de liderazgo adecuados que ayuden a crear y mantener una determinada cultura: en esta frase, la palabra más importante es liderazgo, cuestión que no siempre se atiende de manera adecuada, y que se sustituye por mando. Mediante dicho liderazgo se deben crear los valores y creencias que devienen en una cultura determinada. Los valores y creencias determinan la forma de ver la realidad y cada organización tiene una forma de ver la realidad, aunque ella no lo sepa.

Se debe disponer de un liderazgo que, tras determinar qué valores y creencias quiere establecer, sea el primero en manifestar su compromiso con ellos, tanto en palabras (declaración de intenciones) como con hechos (más difícil). De esta forma, se crea una ‘corriente’, y se pueden observar sus manifestaciones a través de los hechos. Los miembros de la organización verán que el liderazgo es sincero y verdadero, o de lo contrario nunca lo asumirán como algo suyo. Una vez establecida una cultura, desde el gobierno queda la responsabilidad de asegurar que ésta se mantiene. Esto se consigue mediante la monitorización. Un buen gobierno debe disponer de los mecanismos de seguimiento que detecten posibles alteraciones de la cultura establecida; el amago de posibles nuevas corrientes ocultas que vayan contra la primera. Para ello, los elementos culturales se deben definir de manera clara y tangible, al menos en aspectos relevantes.

Dada la importancia creciente de las tecnologías de la información (TI) y su impacto en el negocio, éstas se deben dirigir desde un gobierno específico: el gobierno de las TI. Este gobierno de las TI debe conocer cuál es la cultura de la corporación y determinar si dicha cultura se traslada a la función de TI o si existen otras culturas perjudiciales. Es decir, debe realizar principalmente una labor de monitorización. De no tener una cultura ‘alineada’ con la cultura corporativa, es entonces cuando el gobierno de las TI deberá crear dicha cultura en su organización de TI. A pesar de que la función de TI esté dentro de una organización superior con una cultura global, no es de extrañar que en ella exista una cultura particular: ello es debido a que las TI son portadoras de valores específicos (corrientes ocultas) los cuales no se ‘ven’, pero cuyas manifestaciones nos arrastran de manera inconsciente.

En descargo de Nansen podemos decir que sí tuvo una decisión de buen gobierno. Con el fin de que el barco Fram soportara las presiones de los hielos árticos, diseñó éste de una manera especial, con una estructura reforzada. Gracias a esta estructura, el barco resistió la fuerza del hielo, y toda la tripulación volvió a salvo a Noruega. La creación de estructuras es otra responsabilidad del gobierno, cuestión que podemos dejar para otra ocasión, según como nos vengan las corrientes.

Publicado en Capital Humano nº 240, pags. 78-81, febrero 2010

 

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