Los viajes de Marco Polo por la lejana TI

Los viajes de Marco Polo por la lejana TI

Los viajes de Marco Polo por la lejana TI

Hay quien asegura que Marco Polo, el mítico explorador veneciano del siglo XIII, nunca estuvo en la lejana y desconocida China. Quienes defienden tal proposición se encuentran lejos de toda sospecha de participar del insano pero habitual ejercicio de la ignorancia. En defensa de su argumento aducen que si que Marco Polo vio todo lo que relata en su “Libro de las Maravillas”, no se concibe que no haya mención alguna de la Gran Muralla. Dado que las historias del mercader veneciano ignoran tan sobrecogedora construcción, los sesudos investigadores concluyen que Marco Polo nunca estuvo en China y que no fue un viajero, sino un escritor de cuentos que dejó volar su imaginación al dictado de los rumores de la época.

Leyendo el último informe del IT Governance Institute sobre el estado global del Gobierno de las TI (2008) se puede observar un curioso resultado atendiendo a la pregunta de con qué frecuencia los temas de TI se incluyen en la agenda del Comité de Dirección. El 56% de los responsables de negocio aseguran que “siempre”, mientras que sólo el 25% de los CIO contrasta tal aseveración. Parece que uno de los dos no estuvo en el Comité de Dirección, como Marco Polo parece que no estuvo en China.

Trabajemos para que CIO y responsables de negocio no se enteren sólo de la mitad de las historias que se narran en el maravilloso Comité de Dirección

Bien pudiera ser que en el Comité de Dirección no se hablara de la TI. Pero los responsables de negocio, siendo conscientes del incesante rumor sobre el valor de la TI y de su aportación al negocio, no conciben que no se hable de asunto tan trascendente. Contestan que “siempre”, aunque no asistan al Comité; de igual forma que Marco Polo decía que había millones de pájaros en el lejano Oriente, dando pábulo a los rumores. O bien es el CIO quien no asiste al Comité de Dirección, y da carta de veracidad al proverbial rumor que denuesta al negocio por su escaso interés por la TI.

Yo, que todavía pienso en la bondad del ser humano, y en su deseo innato de alejarse del mal y la mentira, interpreto que ambos acuden al Comité de Dirección, pero hablan lenguas distintas; de ahí la discrepancia de resultados. Los responsables de negocio hablan de la TI desde su perspectiva de negocio, pero el CIO quizá no se percata de ello porque en ese momento no hablan de “sistemas”.

Marco Polo en su lecho de muerte defendía la veracidad de su viaje y aseguraba que sólo había contado la mitad de lo que había visto.

Publicado en Computing, Tribuna de opinión, No. 584, p. 6, 2009

 

Hacia una nueva percepción del valor de las TI

Hacia una nueva percepción del valor de las TI

Hacia una nueva percepción del valor de las TI

La torre Eiffel se levantó como imponente arco de entrada para la Exposición Universal de París de 1889. Acabada la Exposición la torre Eiffel permaneció a pesar de las críticas. Sin embargo, se estipuló que con el fin de siglo debía ser desmontada. Llegó el 1900 y la torre Eiffel sobrevivió. Para su ventura se le encontró una utilidad hasta entonces desconocida. La Marina la reclamó como soberbio pedestal para situar en su cúspide una antena de radio. La torre Eiffel se salvó gracias a las TI, lo que significa que podemos estar ante la primera manifestación histórica del valor de las TI.

Mucho después, en 1967, se instalaba el primer cajero automático en una sucursal del Barclays Bank de Enfield (Londres). En España, el primer cajero automático se instaló la sucursal del Banco Popular en Toledo en 1974. Las TI parecían salir de su ubicación como simple actividad de soporte en la cadena de valor de Porter y durante la década de los años 80 se publicaron numerosos artículos que situaban a las TI como “armas estratégicas”, tomando como referencia su éxito en el sector bancario. El valor de las TI parecía claro.

El problema surgió en 1987 cuando Robert Solow, premio Nóbel de economía, predicaba en el New York Times que no se observaba un rendimiento cuantificable de las TI. Se atrevió a decir que el rey iba desnudo y abrió el debate sobre el valor de las TI. Recientemente, Nicholas Carr arguyó que las TI no tenían importancia, y acabarían siendo subcontratadas, como ocurrió con los generadores de energía en las empresas. Los proveedores de servicios de TI ponían a Carr en los altares, mientras que los directores de la TI se agarraban a los bordes de la mesa ante el zarandeo de su silla.

Actualmente se nos dice: “si no se puede medir, no existe”. Nadie lo discute, pues es lo que “se” dice. De ser verdad mal vamos en una sociedad que denominamos del conocimiento y  queremos encumbrar a sociedad de la sabiduría. Reconozco mi ignorancia, pero no sé a cuánto se encuentra el kilo de conocimiento. Quizá no se pueda medir porque pertenecen a ese conjunto de existencias, que denominamos intangibles: como la felicidad.

El Gobierno de las TI tiene que cambiar nuestra percepción de las TI y de su valor

De tanto decir TI olvidamos que las Tecnologías de la Información gestionan información; es una obviedad, pero en los conceptos sencillos se encuentra la verdad. Las TI se ocupan de la información y la información es un intangible. Este hecho es todavía mucho más relevante en el sector bancario, donde actualmente tener dinero no es más que un valor numérico en una base de datos.

Si queremos tasar el valor de las TI tenemos que adoptar una nueva perspectiva. Debemos cuantificar su rendimiento, cuestión que haremos a nivel de proceso. Ahí tenemos las  implementaciones de procesos de ITIL basadas en rendimiento, que hacemos desde Quint. Nos queda por desarrollar una nueva visión que tenga en cuenta la naturaleza intangible del valor. Esta visión sólo se puede alcanzar desde un verdadero Gobierno de la TI.

La torre Eiffel no sólo se convirtió en símbolo de París. Además se podía subir por ella y ver París desde las alturas, cosa inédita hasta entonces. La torre Eiffel modificó la percepción que los parisinos tenían de su ciudad.

Publicado en Comunicaciones Hoy, Nº 69 (11), año VII, marzo, 2008

 

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